Chicos este artículo informa acerca de 10 claves para comprender mejor la etapa de la adolescencia con fundamentos de varias ciencias biología, psicología, medicina, etc.
Se trata de que lo lean y luego:
- Escriban en sus carpetas una síntesis de la información.
- Elaboren cinco preguntas ,que sepan o no responder, para intercambiar los resultados en clase .
La
sorprendente voracidad de los adolescentes responde a razones biológicas: a
medida que se alcanza la pubertad, aumenta la necesidad de nutrientes, pues en
esta etapa se crece rápidamente. Sin embargo, parecen estar siempre cansados.
Esta fatiga suele atribuirse a cambios hormonales, problemas
de adaptación y al sobreesfuerzo. Otra de las causas de este bajón podría ser un
retardo en el reloj biológico que controla los ritmos del sueño. Según un
equipo de investigadores australianos de la Universidad Tecnológica
de Swinburne, los púberes viven en un continuo desfase horario, lo que les hace
despertarse un par de horas antes de lo normal. Eso se traduce en falta de
energía y sensación de atontamiento.
La
dificultad que tienen muchos adolescentes para dormir a las horas más
habituales tiene que ver con una modificación
en el ritmo circadiano. Según esta hipótesis, su
reloj biológico se invierte con respecto a la infancia y la madurez, esto
es, a los adolescentes el cuerpo les pide dormirse y despertarse más
tarde. Un jet
lag permanente. Ahora, un estudio del
Instituto Politécnico Rensselaer, en Berlín, publicado en la revista
Neuroendocrinology Letters ha desvelado uno de los factores involucrados en
esta alteración biológica: la falta de luz natural. En un experimento, los científicos
pidieron a unos voluntarios que utilizaran durante varios días unas gafas
especiales que evitaban la longitud de onda corta o luz azul. Esa trampa
implicó un retraso de 30 minutos de media en el inicio del sueño. Estos
expertos señalan que, al no recibir luz diurna, se retrasa el inicio de
producción de melatonina, una hormona que indica al cuerpo la necesidad de
dormir. Pues bien, la aparición de esta hormona se demoró seis
minutos por cada día que estuvo limitada la exposición a la luz azul. Las conPara
los adultos, los quinceañeros parecen estar sumidos en el caos. De su mente
surgen ideas que no concuerdan con su personalidad y su toma de decisiones
parece basada en criterios incoherentes e inestables. Sin embargo, un equipo de
investigadores de la
Universidad Temple de Filadelfia, en EE UU, ha negado en la
revista American
Psychologist que el problema se deba a su supuesta
irracionalidad. Lo cierto es que los jóvenes de esta edad alcanzan conclusiones
del mismo modo que los adultos. Su problema es que carecen de las habilidades
sociales necesarias para mantener sus decisiones. No han adquirido
la suficiente capacidad de coordinación entre lo que piensan y lo que hacen. En
la investigación, realizada por franjas de edad, se llegó a la conclusión de
que su aptitud resolutiva alcanzaba pronto el nivel de cualquier adulto. Los
adolescentes demostraron ser capaces de optar de forma razonada ante dos
alternativas planteadas sobre distintos aspectos de su vida cotidiana, salud o
problemas legales. Pese a ello, se comprobó que la mayoría perdía esa capacidad
lógica en cuanto intervenían en el proceso sus compañeros.clusiones
concuerdan con los datos de otros estudios que indican que el mayor nivel demelatonina en los adolescentes se da a primera hora de la mañana,
cuando el resto de personas se despierta.
Muchas
veces da la impresión de que el más mínimo estímulo hace que un adolescente
abandone cualquier actividad que sus padres consideran importante. Pero no se
trata de vaguería. Según un estudio del Instituto de Neurociencia Cognitiva de la University College,
en Londres, en la adolescenciase mantiene parte de la estructura cerebral de la
niñez. Así, los sesos siguen realizando tareas innecesarias incluso en el
momento en que el sujeto debería estar centrado en un solo asunto. Mediante
escáneres de resonancia magnética, los investigadores comprobaron que, cuando un joven intenta
concentrarse en una tarea ignorando los estímulos que puedan distraerle, presenta una gran actividad en
el córtex prefrontal, un área involucrada en la toma de decisiones cotidianas. Es decir, a la
vez que intenta enfocar su mente en un trabajo, está pensando en sus problemas
de pareja, discusiones con los amigos o sus estudios.
En
esta ocasión, han sido unos científicos de la Universidad de Yale,
en EE UU, los que han aportado datos relevantes sobre las bases fisiológicas de
otro fenómeno clásico de esta edad: la mayor vulnerabilidad a las adicciones. La inmensa mayoría de las personas que dependen
de sustancias como el tabaco, el alcohol o la cocaína se han iniciado en su consumo durante la adolescencia. La
cuestión es si, además de factores psicológicos -como la importancia que se da
a las opiniones de los amigos y al papel que el individuo tiene en el grupo-,
existen detonantes biológicos que expliquen la propensión a fumar, beber o
drogarse. Un estudio que ha aparecido en la revista American Journal of Psychiatrysostiene que las zonas del cerebro que
ejercen el autocontrol sobre los impulsos no están totalmente formadas en la
adolescencia. Por lo tanto, la tendencia a la adicción no es
sólo un trastorno del comportamiento, sino también un problema de desarrollo
neuronal. Según los expertos de la citada universidad, los grandes cambios
bioquímicos que se producen en esta etapa de la vida llevan a la persona a buscar nuevas experiencias sin
que estén listos los mecanismos fisiológicos de contención.
También
hay una causa orgánica detrás de la conducta imprudente que exhiben muchos
adolescentes. Un estudio de la
Universidad de Texas, en Austin (EE UU), dirigido por el
profesor de Psicología Cognitiva Russell Poldrack determinó que en esta etapa
vital tiene lugar una
gran actividad en el sistema mesolímbico, una región donde el neurotransmisor
predominante es la dopamina. Este mensajero químico está muy implicado en el
sistema de recompensa cerebral. Todas las experiencias placenteras naturales
-por ejemplo, provocadas por la comida o el sexo- y artificiales -inducidas por
las drogas- concurren con una liberación de
dopamina. Cuanto más se activa el sistema dopaminérgico,
mayor es la sensación de euforia que se experimenta.
Por otra parte, la dopamina está más
relacionada con la expectativa del refuerzo que con la recompensa misma, es
decir, se libera más con el deseo que con la satisfacción que este produce. Las conductas de riesgo, como
hacer puenting o experimentar con drogas, son estimuladas por
esta sustancia. Y ello concuerda con la investigación de la Universidad de Texas,
según la cual los adolescentes liberan en determinados momentos una gran
cantidad de dopamina. Esto les hace proclives a ciertas actividades arriesgadas
de las que pueden arrepentirse cuando se reducen los niveles del neurotransmisor.
Las
alteraciones fisiológicas explican en buena medida por qué los adolescentes
suelen estar más malhumorados de lo que parece normal. Las descargas de
hormonas que se vierten en el organismo pueden producir transiciones rápidas de
tristeza a alegría o de amabilidad a furia. Pero hay otro factor que es
fundamental, según una reciente investigación de la organización Sleep Scotland, en Edimburgo
(Escocia): la
falta
de sueño. Este colectivo ha detectado que los cambios en el estado de
ánimo se corresponden con épocas en que dormimos muy pocas horas. En el caso de
los púberes, se debe sobre todo a la gran cantidad de tiempo que dedican por
las noches a los
videojuegos, a la televisión o a internet. Esto propicia que
muchos jóvenes sólo duerman entre cuatro y cinco horas al día, lo que influye
de manera determinante en sus drásticos cambios emocionales.
La
psicóloga Helen Jones Emmerich, de la Universidad del Estado de Nueva York, en Stony
Brook, constató científicamente a mediados de los años 70 algo que parecía de
sentido común: los
adolescentes dependen más de la opinión de sus amigos que de la de sus padres. Esta influencia
se da sobre todo en temas como la manera de vestir, los hábitos de diversión o
la forma de resolver problemas escolares. En asuntos como la elección de un
empleo o la resolución de un conflicto moral profundo tienen menos peso, pero
el influjo de sus coetáneos sigue presente.
Según algunos
investigadores, los adolescentes dependen tanto del criterio ajeno porque a esa
edad hay muchos factores psicológicos que sólo se optimizan cuando tienen un
buen feedback de sus amigos. Por ejemplo, en un reciente estudio, los
psiquiatras David Moreno, Estefanía Estévez, Sergio Murgui y Gonzalo Musitu
llegaban a la conclusión de que la reputación social del joven explica en gran
parte su mayor o menor sentimiento de soledad, autoestima y satisfacción vital.
Por otra parte, estos investigadores advierten que a estas edades parece
esencial satisfacer las expectativas del grupo de referencia, lo que puede ser
un factor positivo para determinados jóvenes, pero a la vez promover su lado
más violento y antisocial.
Una
reciente investigación de la
Universidad de Michigan y del Proyecto Pew Internet &
American Life ha revelado que los adolescentes realizan la mayoría de sus
comunicaciones a través de mensajes de texto, a pesar del uso masivo del correo
electrónico y el éxito de las redes sociales, como Facebook oTwitter. El volumen es impresionante: una media de 30 SMS al día en el caso de los
chicos y de 80, en el de las chicas. Las razones tienen que ver con un formato que
impone la brevedad -lo cual les gusta-
y la difusión casi universal, ya que prácticamente todo el mundo tiene móvil.
El estudio encuentra, además, otro factor que explica esta expansión: el
sentido de privacidad. Los SMS parecen notas secretas, lo que los convierte en
el medio ideal para mensajes
íntimos. Sin embargo, hay un dato curioso que nos hace
reflexionar sobre el tipo de comunicación que se establece con los padres: en
la mayoría de los casos, para hablar con sus progenitores los chavales
prefieren utilizar llamadas de voz. ¿Quizás porque a ellos no les cuentan todos
sus secretos?
Los jóvenes son quisquillosos a la hora de
aguantar bromas sobre ciertos temas. Eso es algo que todo el mundo ha podido
constatar gracias a la cara que se le queda al adolescente cuando considera que
ha sufrido una broma de mal gusto. Pero a pocos investigadores se les había
ocurrido relacionar esta suspicacia con los cambios hormonales. El dermatólogo
Sam Shuster, del Norfolk and Norwich University Hospital, en el Reino Unido,
tenía la costumbre de pasear por la calle montado en un monociclo. Con el tiempo,
empezó a observar que las reacciones de los viandantes eran similares y
fácilmente agrupables por edad y sexo. Eso le llevó a pensar en que debía de
haber algún factor biológico subyacente, por lo que decidió realizar un
estudio. El resultado, que apareció hace tres años en el British Medical Journal, avala la
hipótesis de que
la
descarga de andrógenos, como la testosterona, produce una reacción más agresiva
hacia lo chocante. De hecho, las actitudes más violentas -por
ejemplo, de peatones que intentaban hacerle caer del monociclo- provenían casi
siempre de niños de unos 11 años. Esta respuesta se canaliza con la edad y
deriva en ataques verbales, típicos de la adolescencia. Pero persiste esa
tendencia bioquímica al rechazo de cualquier acto que el joven considere una
excentricidad de adultos. Es como si hubiera una propensión a
ofenderse cuando se considera que una persona madura está haciendo el ridículo. !
Autor: Luis Muiño
Fuente :Muy Interesante 06/09/2010