La Web, fascinante y peligrosa
Ricardo Roa En Clarín el 11 de
octubre de 2014
María Belén Rodríguez era modelo hasta que se
embarazó hace poco más de tres años. Después o casi al mismo tiempo, alguien
detectó que fotos suyas estaban en un sitio porno. Belén trató de borrar esa
historia que dice nunca protagonizó. No pudo. Y denunció a Google en la
Justicia. El tema lo tiene hoy la Corte.
La Web se apropió de la identidad de Belén y la
trastocó. Un escrache kafkiano en un espacio de venta de servicios sexuales. Es
un caso. Pero hay millones.
Nunca se corrió tanto peligro de quedar escrachado para siempre.
Internet es un archivo, el mayor archivo de memoria
construido por el hombre. Es fascinante. La arquitectura se basa en el
hipertexto: contenidos que se enlazan unos a otros y que los buscadores
localizan y catalogan y nos los ofrecen en forma ordenada.
Es fascinante y peligroso a la vez: se aprieta
enter y la información queda de por vida y de por vida puede perjudicar a
algunas personas. Una memoria absoluta que las puede asfixiar, les puede cerrar
el horizonte.
A veces ese agobio está fundado. Otras veces no.
Puede ser algo falso y afectar y agraviar sin
sustento de verdad. Y también puede ser injusto porque trae al presente algo
superado con dolor. Todo queda registrado. Acciones equivocadas que se
eternizan. Y las infamias y mentiras que cualquiera puede escribir de
cualquiera sin una nota al pie que diga: oiga señor internauta, usted está
leyendo una calumnia o un disparate.
No hay verdad ni hay mentira. O las hay pero las dos valen lo mismo.
Internet es una gran vía hacia la democratización
de la palabra y hacia la comunicación de todos con todos.
Pero no tiene modo de saber qué debe recordarse y qué no.
Afortunadamente no hay un cuerpo de vigilantes al
estilo de un Gran Hermano que diga qué debe estar disponible y qué no en esa súper
memoria. A Boudou le encantaría tener ese control.
No todo debe ser recordado. A veces hay que
permitir el olvido para respirar sin cargar con una etiqueta injusta.
El derecho al olvido es un modo de justicia porque no siempre la memoria
nos lleva a la justicia.
Aquí, ese derecho todavía no existe. Europa lo
tiene desde mayo: cualquiera puede exigir a Google que olvide su nombre. Ya hay
135.000 pedidos.
El procedimiento es bien complejo porque hay que
armonizar el derecho a la información y a la documentación con el derecho de
cualquier persona a que se borren falsedades y a que se olviden aspectos de su
vida. Y es difícil también por otra razón: ¿Quiénes deben ser los que decidan?
¿Los buscadores?
Todos tenemos derecho al olvido y también derecho a expresarnos.
La cuestión es
encontrar el equilibrio entre decir y difamar, entre recordar y lapidar a
alguien, sólo porque lo inmerecido o lo incorrecto queda vivo en la Red y para
siempre.
Mientras tanto, cuidado con lo que publican ! !
!
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